En esta ocasión he querido recuperar una entrada publicada en el blog amigo “Cuaderno de Bocetos de Maple White”, prematuramente desaparecido, debido a la imposibilidad por parte de sus creadores de mantener una periodicidad en la publicación de entradas. Lo que llevó a su pronta extinción. He por ello, que me decidí a recuperar algunos artículos, para que estos no queden en el olvido (ni el trabajo invertido por los padres de la criatura), así que después de pedir permiso (cosa que casi no había que pedir, pues casi nos conocemos desde hace mil años, nunca está de más), les dejo con el enigma que hace años hizo que todo el mundo pusiera el grito en el cielo, y que hoy en día aún se estén preguntado:
¿Es posible que estas criaturas puedan ser las causantes del “FIN DEL MUNDO”?
LA DESAPARICIÓN DE LAS ABEJAS
Publicado el 27/3/08, por Juan Carlos Pérez.
Aunque algunos precedentes ya habían aparecido con anterioridad, la alarma mundial alcanzó el nivel de estruendo apocalíptico hace aproximadamente un año (2007). Titulares de periódicos, cabeceras de informativos y exhaustivos reportajes de prestigiosas revistas alertaban de la desaparición de las abejas: las colmenas de todo el mundo se quedaban vacías. Se trata del temible Trastorno del Colapso de las Colonias (Colony Collapse Disorder, CCD).
El Congreso de Estados Unidos debatió una solución al problema, destinando fondos al estudio del mismo. En Alemania, sus investigadores mostraron una enorme preocupación por el asunto y rápidamente se pusieron manos a la obra, como más adelante veremos. Portugal, Italia, Suiza y Grecia anunciaron la misma preocupación y similares medidas. La Agencia de Medio Ambiente británica desmintió oficialmente la existencia de dicho problema pero un afamado apicultor del sur de Inglaterra, S. H., (aún hoy prefiere mantenerse en un discreto segundo plano ante lo contundente de su aseveración) comentó:
«He detectado pérdidas notables [1]; es elemental el riesgo para las cosechas».
Por su parte en España, el país europeo con mayor población apícola, se indica que los primeros síntomas empezaron a notarlos en el 2000, alcanzando en el año 2006 unas pérdidas de alrededor del 40%.
No se trata de un problema menor, pues la importancia de las abejas en la vida diaria de la humanidad es crítica: producción de miel y jalea real, polinización de frutales, frutos secos, girasoles, ...[2] El diario The Independent atribuye a Einstein la frase: “Cuando las abejas hayan desaparecido, al hombre le quedará sólo cuatro años de vida” [3].
Con tal deslocalización geográfica (en un mundo globalizado, los problemas tienden a ser globales) y teniendo en cuenta la magnitud del problema, es lógico la aparición de múltiples y peregrinas conjeturas acerca de las causas del CCD. Por señalar algunas:
-El uso de pesticidas podría provocar alteraciones neurológicas en las abejas, que afectasen a su sentido de la orientación y les impidiese encontrar el camino de vuelta a la colmena.
-Situación de estrés muy elevada, debido a la sequía, que dificultaría la obtención de alimento para las abejas.
-El cambio climático, por supuesto, que estaría vinculado con el anterior: altas temperaturas, pérdida de masa vegetal, degradación del entorno, no simultaneidad entre los tiempos de polinización de las abejas y disponibilidad de flores que polinizar…
-El teléfono móvil; abunda Jochen Kuhn, de la Universidad de Landau, en la idea de que las abejas no vuelven a la colmena por la desorientación que sufren al recibir las radiaciones electromagnéticas de los móviles que se encuentran funcionando en las cercanías.
Parece que una de las teorías más plausibles llega desde el Centro Apícola Regional de Guadalajara, de la mano de Mariano Higes [4]. Este investigador asegura que el asesino más probable del insecto en todo el mundo es el hongo Nosema (Nosema ceranae), llegado desde Asia.
Este hongo muestra una elevada resistencia a condiciones más o menos frías, con mayor o menor humedad y de ahí su amplio espectro geográfico. La principal actividad nociva del Nosema se debe a sus esporas autoinfecciosas que invaden rápidamente los tejidos digestivos de la abeja, así como ciertos problemas derivados de un aparente envejecimiento de los individuos infectados. Una explicación simple para un problema complejo, que justifica la muerte de la abeja en apenas setenta y dos horas.
Sin embargo, tanta simpleza esconde todavía incógnitas que no podemos pasar por alto. Así, Mary Berenbaum, reputada entomóloga de la Universidad de Illinois, ya apuntó al principio de la crisis:
«Nunca ha sucedido un colapso de una escala similar. Las abejas han muerto en ocasiones anteriores, pero siempre han dejado sus cuerpos detrás. Ahora no encontramos los cuerpos, y ésa es gran parte del misterio».
Y es precisamente aquí donde más debemos poner nuestra atención; ¿acaso el cambio climático, un teléfono móvil o los pesticidas pueden provocar la desaparición de las difuntas abejas? ¿Puede el Nosema no sólo matar a estas incansables obreras sino también, convertirse en un exquisito ladrón de cadáveres? La respuesta nos debe parecer evidente: no.
Las teorías aportadas intentan desviar la atención sobre lo más importante del asunto. No se trata de que las abejas mueran, sino que no aparecen sus cuerpos muertos. Estamos ahora en condiciones de aportar luz a este complejo enigma.
Hace un par de años, se difundió la noticia de que científicos norteamericanos del Laboratorio Nacional de Los Álamos, Nuevo México, habían conseguido entrenar a avispas y abejas en la localización de explosivos: el insecto sacaba el probóscide (así se llama el tupo por el que succionan el polen) cuando detectaba sustancias explosivas tales como dinamita y C-4 [5].
Ahora está todo claro. La compleja organización social de las abejas ha variado desde un sistema autoritario y feudal (Antiguo Régimen) en el que las laboriosas abejas obreras trabajaban para una reina y sus zánganos a cambio tan sólo del sustento, a este nuevo sistema, suponemos que democrático y participativo, en el que los obreros son realmente funcionarios del Estado en la compleja tarea de mantener la seguridad de las respectivas naciones.
Las abejas por tanto ni han muerto, ni han desaparecido, simplemente han cambiado de trabajo.
[1] De población de abejas, se entiende.
[2] El Servicio de Investigación Agrícola (ARS) de Estados Unidos cifra en 130 la variedad de cultivos polinizados por abejas.
[3] La autoría de esta frase parece estar en entredicho en tanto el Archivo Oficial de Einstein (Jerusalén) desmiente que fuera pronunciada por el citado. En cualquier caso, y sin que tenga mucho que ver con el tema en cuestión, también se atribuye a Einstein la frase: “Dios no juega a los dados”, y a este respecto habría que hacer muchas matizaciones.
[4] Ver: http://www.elpais.com/articulo/reportajes/asesino/abejas/llama/Nosema/elpepusocdmg/20070909elpdmgrep_5/Tes
[5] Ante tal resultado, cabría preguntarse si dicha habilidad podría ser ampliada también en el manejo y colocación de explosivos, lo que permitiría obtener al más eficaz y letal comando sobre la faz de la Tierra. Probablemente su lema sería algo así como: “Picar y estallar”.
3 comentarios:
Muy interesante amigo Gárgola, como no pongan remedio a las atrocidades que se cometen contra el medio ambiente vamos a ir todos de culo...
-Alimaña, el día menos pensao nos llevaremos un "susto" y ya será damasiado tarde para remediarlo. Entonces empezarán los llantos.
Un saludo y gracias por comentar.
Vaya, cuánta historia con las abejas. Era muy extraño, desde luego, que sus cuerpos no fueran encontrados. Y yo que creía que sólo trabajaban haciendo miel...
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