martes, 20 de abril de 2010

LA HISTORIA DE LA VIDA DE KING KONG (por Jim Harmon) 1ª Parte

¡Basta ya de hacer el mono por ahí, y pasemos a los acontecimientos de la biografía de King Kong! Esta es la historia completa, en caso de que no la recordéis, y aunque la recordárais, vais a enteraros de hechos jamás revelados referentes a esta poderosa figura pública.


(Publicado en España en la revista Relatos Salvajes nº1, Monsters of the Movies, Ediciones Vértice, Barcelona, 1974. La edición original corresponde a Marvel Comics Group y Magazine Management C. Inc., 1973).



Ann Darrow volvió en sí de su desmayo, confundida y con el miedo dando tumbos por su mente. ¿Dónde estaba? No en Nueva York, en la cola de la comida, en espera de un tazón de sopa para que pudiera aguantar otro día... ¿Era el barco, el Wanderer, al que Carl Denham, el cineasta aventurero la había llevado con la promesa de un trabajo honesto, y donde había conocido al guapo marinero Jack Driscoll? No, no; el barco había llegado a la Isla del Cráneo, habían desembarcado y los nativos la habían visto a ella.
“Sí, las rubias son muy escasas por estas regiones”, había observado Denham.
¡Ahora se acordaba! Los nativos habían subido furtivamente al barco, y la habían capturado para hacer un sacrificio a su detestable dios de la jungla. Ann Darrow estaba atada entre dos columnas, ofrecida como sacrificio para ser la Novia del Rey.
Forcejeó con las cuerdas que la sujetaban, mientras los cánticos de los nativos penetraban en su cerebro. Después lo oyó, dando golpes por encima del retumbar de los tambores. Algo se acercaba. Se acercaba más... cada vez más...
Unas grandes manos apartaron los árboles, como otras normales hubieran retirado unas cortinas. Unos ojos de mirada fija, deslumbrante, y una hileras de dientes tan anchos como un dique —o una tumba—. Avanzó a través de la cortina de árboles y se quedó de pie, erecto, agitando un puño en desafío, mientras los débiles humanos se apretaban contra la gran pared.
Era tan alto como ocho o diez gorilas ordinarios. Un rey entre los monos... ¡King Kong!
Ann gritó y continuó gritando.
Kong miró a la menuda criatura que se agitaba y retorcía contra las cuerdas que la sujetaban. Nunca antes había visto nada como aquello. La cosa le interesó extrañamente. El cabello era como luz de sol atrapada; la piel, tan rubia y tan suave… Alargó una mano con curiosidad. Sí, tan suave como parecía. Kong rompió las cuerdas con un tirón de un dedo impaciente. Sí, se llevaría consigo aquella menuda e interesante criatura, y la examinaría en su cubil. Como todos los monos, Kong sentía una enorme curiosidad, y se proponía satisfacerla.

¡PARAD EL FILM!
Así es como marcha la historia de Edgar Wallace y Merian C. Cooper en la película RKO de 1933, King Kong, pero dejad que expliquemos la situación un poco más detalladamente.
A veces se ha dado por supuesto que Ann es la primera mujer que el Rey de la Isla del Cráneo ha visto jamás. Pero desde luego, los nativos le han ofrecido otras novias —encantadoras muchachas de piel negra—. También debemos recordar que Kong no había sido siempre tan gigantesco como, eventualmente, llegó a ser. Hubo un tiempo en que no era mayor que su hijo (visto menos de un año después en El hijo de Kong). Antes, y más joven aún, era más pequeño. No era mucho más grande que la primera “novia” que le habían dado. Desde luego, él era entonces sólo un bebé. Había cogido aquella primera “novia” del altar y se había llevado al bosque con él. Con el tiempo, ella era apenas algo más que una chiquilla. Pronto aprendió a jugar al escondite con aquella amistosa criatura, y a prenderle flores en la velluda piel. La muchacha había intentado regresar junto a su gente, pero no le quisieron abrir la empalizada para que entrase. Los nativos recordaban todavía al enorme padre de Kong, que había muerto poco antes en una batalla contra uno de los grandes seres prehistóricos que también habitaban en la isla. El joven Kong había hecho cuanto había podido para proteger a la muchacha nativa, pero, con el tiempo, fracasó una vez, y volvió a encontrarse solo. Pero se hacía más viejo y más grande. Mucho más grande. Más grande de lo que su padre lo había sido jamás —más grande de lo que jamás había sido ningún Kong.
Completamente crecido ya, había encontrado a Ann, que era apenas poco más que un juguete en su mano. Pero él recordaba su anterior “novia”, y Ann era como ella, y sin embargo diferente; excitantemente diferente.
Desde luego, esto no está en el filme, y se trata de pura especulación del autor de este artículo; pero tengo el presentimiento de que debió pasar así.


Merian C. Cooper, ¿Soñando quizás, en su gran creación?

AHORA, EL SIGUIENTE CARRETE:
Denham apretó el rifle de alta potencia con el que acababa de abatir un dinosaurio —un dinosaurio, en la tercera década del siglo XX.
—Vida prehistórica —dijo Denham, con maravilla, a Driscoll, que estaba a su lado—. Jack, ella tenía razón anoche en el barco. Me refiero a Ann. Pero sólo ha acertado en el principio. Ella pensaba que la bestia-dios era algún tipo de vida primitiva que sobrevivía en la actualidad. Pero si eso que hemos matado significa algo, la meseta está llena de toda clase de seres que han sobrevivido conjuntamente con Kong.
En pocas horas, habían dejado la senda de la jungla y llevaban río abajo una balsa construida apresuradamente, cuando encontraron a otro de aquellos primitivos supervivientes de la aurora de la creación. O, mejor dicho, él los encontró a ellos, al llegar detrás de la balsa y convertirla en astilla.
El gran lagarto sacó a los dos hombres del agua como se saca una mosca de un plato de sopa. El dinosaurio cogió a un marinero y lo levantó hasta su cabeza, y sufrió la decepción de ver cómo el resto del cuerpo caía al agua cuando la cabeza quedó separada del tronco.
Los desesperados hombres nadaron hasta la orilla. Denham, Driscoll y los marineros supervivientes podían aún estar en condiciones de salvar a Ann. Se metieron en el interior de la Isla del Cráneo, otra vez a pie, y con pocas armas para defenderse.

-FIN PRIMERA PARTE-

3 comentarios:

Gárgola dijo...

Agradecer al Señor Alberto López Aroca su colaboración para esta entrada, no solo por picar el articulo y cederlo a este blog (se decía picar ¿no?), sino tambien por prestarnos su ejemplar original, sacado de su biblioteca personal, para la realización de fotos y otros menesteres.

Marcos Callau dijo...

Interesantísimo repaso de uno de los monstruos más entrañables de la historia del cine (después de Frankestein).

Marcos Callau dijo...

He estado mirando tu blog y me parece excelente así que me hago seguidor tuyo y, con tu permiso, te agrego a mi blog de cine y literatura: lamusicadelaluna.blogspot.com
Un abrazo.