domingo, 15 de agosto de 2010

KARLOFF EN EL CASTILLO DEL CUERVO (3ª Y ÚLTIMA PARTE)


En Bedlam, por ejemplo, Karloff había sido el principal personaje de un manicomio de principios del siglo pasado, mientras que en La Momia había conocido la vida y la muerte en el antiguo Egipto, y había revivido para llevar a cabo una venganza. La Torre de Londres lo había visto actuar como verdugo en la Inglaterra medieval, en el papel de Mord, el maligno personaje que se deleitaba horriblemente al llevar a cabo las decapitaciones. Fue también un monstruo en The Goul, un vampiro en Black Sabbath, un científico loco en The Ape y en The Man With 9 Lives, y el sumo sacerdote de un culto de adoradores del diablo en The Black Cat, del que también fue intérprete Bela Lugosi, su principal colega en los filmes de terror de los años treinta y cuarenta.

Karloff antes de someterse a la dura tarea del maquillaje, preparado para las hábiles manos de Jack Pierce.

Cambiando ligeramente de tema, hablamos sobre los maquillajes y los horarios rigurosos a que se había tenido que someter mientras realizaba las tres películas de Frankenstein.

Aquí tomando una tacita de té, siempre hay tiempo para un pequeño descanso, y más en compañia.

-Me tenía que levantar muy temprano todos los días en que se tenía que rodar. Habitualmente sobre las cuatro y nunca más tarde de las cinco, para poder estar en el estudio a las seis –dijo Karloff-. Allí me encontraba con Jack Pierce, y durante las cinco o seis horas siguientes nos encerrabamos en el cuarto de maquillaje para prepararme y vestirme. Era un muchacho maravilloso y un genio del maquillaje. Él fue quien creó el maquillaje del monstruo, y yo siempre he creído que de no haber sido por él y por todo el interés que se tomó, las cosas nunca hubieran marchado tan bien para mí. También creó el maquillaje para La Momia y para muchos otros monstruos de la Universal.


Karloff dijo que durante las horas de maquillaje tenía que estar sentado lo más inmóvil posible, mientras Jack le iba convirtiendo en el monstruo de Frankenstein. Pierce empezaba enyesando la cara y brazos, que después recubría con pintura grasienta de tonalidad agrisada. A continuación, le abría cicatrices sangrientas en la frente, parte superior de la cabeza, cuello y muñecas. La piel surcada de arrugas se preparaba con algodones. Sólo para el arreglo de las manos Jack pasaba todos los días de treinta a cuarenta minutos. Después, el maquillador instalaba en el cuello los supuestos electrodos, construidos con piezas de aluminio, y le colocaba unos tirantes de acero en los brazos, para que sus movimientos no tuviesen ni la facilidad ni la agilidad de los de una persona normal. Hacia las doce, Karloff se podía levantar por fin de la silla. Pierce le colocaba entonces los enormes y pesados zapatos, de más de cuatro kilos cada uno de ellos.


El toque final de Pierce consistía en ayudar a Karloff a ponerse el grueso traje de monstruo, de cinco centímetros de espesor, y que se colocaba encima de su traje normal, para que su aspecto fuese más horrible y amenazador.

-No hace falta explicar lo fatigoso que resultaba permanecer tanto tiempo en la silla de maquillaje –dijo Karloff-, pero yo lo consideraba parte indispensable de mi trabajo.

A la una de la tarde, la preparación podía darse por terminada. Entonces, Karloff y Pierce se sentaban a comer algo, en espera del comienzo del rodaje de las escenas, lo cual se prolongaba muchos días hasta ocho horas. Jack iba al escenario con Karloff, para vigilar el maquillaje y hacer los arreglos necesarios si algo se descomponía durante la actuación, debido sobre todo al calor que daban la luz de los focos.

Para completar la información sobre Frankenstein, Karloff explicó que el monstruo pesaba sesenta y dos libras y tenía una estatura superior a los dos metros. Durante el rodaje de La Novia de Frankenstein, tuvo que recibir tratamiento de rayos infrarrojos para estimular la circulación de sus brazos y piernas y aliviarle el dolor que le producía un golpe en el costado izquierdo, que se había dado en el rodaje de la primera escena del film, cuando el monstruo ahoga al burgomaestre en la inundada bodega de un viejo molino.

La producción de cada una de las películas duraba de seis semanas a tres meses, y cada día de trabajo Karloff se tenía que someter al extenuante ritual de seis a ocho horas de maquillaje.

Era una prueba durísima para el actor, pero nunca se quejó, ni frente a las cámaras ni en privado.

Durante nuestra charla, Karloff me dijo que en 1931 él era todavía un actor en plena lucha, apenas conocido, salvo por sus amigos y unos cuantos directores de cine; se hallaba ya por los cuarenta años y se preguntaba a sí mismo cuál iba a ser el futuro de su carrera.

Pero gracias a James Whale, a Jack Pierce, y también a Bela Lugosi, que había rechazado el papel cuando se lo ofrecieron, la carrera de Karloff ascendió de forma vertiginosa hasta convertirlo no sólo en uno de los actores más famosos del mundo sino también en uno de los más respetados, tanto por la gente que estaba dentro como por la que estaba fuera de la profesión.

4 comentarios:

miquel zueras dijo...

Hola, Gargola. Felicitaciones por esta entrada. Jack Pierce es uno de mis íconos. Me gustaría mucho que le echaras un vistazo a mi entrda sobre Pierce del pasado 7 de febrero. Saludos. Borgo.

Pepe Cahiers dijo...

Muy buen artículo y el acompañamiento fotográfico de primera.

Gárgola dijo...

-Miquel, la verdad es que es una vergüenza la forma en que trató la Universal a Jack Pierce, después de lo que él hizo por esta productora. Muy buena su entrada de Pierce en su blog.
-Pepe, gracias por el comentario. Siempre intento acompañar las entradas con un buen surtido de material.
Un saludo a los dos, y gracias por comentar.

Cendrero (Adm. El Busto de Palas) dijo...

Magnífica entrada Gárgola, me ha encantado este reportaje, no lo había visto nunca. La verdad es que, una vez que lo piensas fríamente, te das cuenta del terrible trabajo que deben sufrir los actores de ciencia ficción y terror al tener que pasar tantas horas y horas sentados para que los maquillen. Yo no lo soportaría.

Saludos